Sofyan Amrabat, el incansable león del Atlas al que nunca se le agota la cuerda
Cuando acabó el partido contra España, Sofyan Amrabat , el ubicuo número cuatro de la selección marroquí, reprodujo en Instagram varios memes que corrían por la red. En uno de ellos aparecía él, armado con una espada sarracena y con el cuerpo exánime de Gavi sobre sus hombros. No fue una manera educada ni piadosa de festejar la victoria, pero representa bien el carácter belicoso del centrocampista de la Fiorentina , que se ha convertido en una de las estrellas del campeonato por su infatigable trabajo, su pericia defensiva y su aseado toque. Sofyan Amrabat, como la mitad de los seleccionados marroquíes, nació en Europa, hijo de padres emigrantes . Es uno de los cuatro leones del Atlas que vinieron al mundo en los Países Bajos. Su padre, Mohammed, se había afincado en Huizen, una pequeña ciudad con casitas de cuento junto al lago Gooimeer. Los comentaristas se asombran ahora de los más de once kilómetros que corre por partido, pero Sofyan lleva derrochando sudor desde que era un niño. Todos los días, a las ocho de la mañana, cogía la bicicleta y pedaleaba una hora hasta el instituto. Cuando acababan las clases, marchaba con su bici a la estación y pillaba el tren para Utrecht, una ciudad situada a treinta kilómetros de distancia, en cuyo equipo juvenil jugaba. Al finalizar la sesión de entrenamiento, desandaba el camino, montaba de nuevo en su bicicleta y una hora después, a eso de las ocho y media de la tarde, se derrumbaba por fin en su habitación. Así todos los días, uno tras otro. Apenas tenía un puñado de amigos y no se permitía distracciones. Cuando en el año 2020, la Fiorentina lo compró al Hellas Verona por 20 millones de euros, Sofyan contó esta historia a la web del club y la coronó con una frase lapidaria: «Siempre, desde que era pequeño, supe que para conseguir las cosas hacía falta trabajo. Para mí hacer sacrificios es fácil». Noticias Relacionadas estandar Si Mundial de Qatar 2022 Marruecos tiene explicación: los secretos de los Leones del Atlas Pío García estandar Si Mundial de qatar 2022 Francia-Marruecos: la tensión callejera de un duelo fratricida Juan Pedro Quiñonero Esa apología del trabajo casi calvinista que hace Sofyan coincide punto por punto con la idea de su entrenador, Walid Regragui, que no admite diletantes en su selección. Amrabat se ha convertido en la pieza clave del equipo, el hombre de acero que barre el centro del campo y oxigena el juego defensivo marroquí. Su hermano mayor, Nurdin, exjugador del Málaga y del Leganés , le lleva casi diez años y todavía golpea balones en el AEK de Atenas. Ambos, con doble nacionalidad, tuvieron que decidir con qué selección querían jugar. Sofyan se lo pensó mucho. Jugó con Holanda en las categorías sub-15 y sub-16 y luego se pasó a Marruecos, con cuya selección absoluta llegó a debutar en un amistoso. Su decisión parecía encarrilada cuando Dirk Advocaat y Ruud Gullit, técnicos neerlandeses, quedaron con él, le agasajaron y trataron de convencerlo. Aún estaba a tiempo de cambiar. Amrabat confiesa que tuvo muchas dudas, pero entonces la federación marroquí invitó al jugador y a sus padres a pasar tres días en el país africano. Aquellos tres días cambiaron su destino. Sofyan estuvo viendo en Casablanca el partido de clasificación para el Mundial 2018 que Marruecos disputó contra Gabón. Los locales ganaron 3-0 y su hermano Nurdin fue titular, pero más allá del resultado a Sofyan le cautivó la pasión del público , su ardor visceral. Se sintió parte de aquella cofradía. Sofyan Amrabat lleva ya 44 partidos internacionales y se ha convertido en el torreón de la muralla marroquí. Sus rivales tienen pesadillas con este mediocentro que endurece sus músculos en el gimnasio y de cuyos pulmones parece brotar una inagotable y desconocida fuente de energía. Un hombre al que desde niño le resulta muy fácil sacrificarse.
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