La Champions vuelve a poner al Barça en su lugar
El Barça jugaba el primer partido de su última Champions porque aunque hoy resulte difícil de creer el año que viene, Barcelona, Madrid y 62 equipos más jugarán la Superliga (en sus distintas categorías y subcategorías). Flick con polo gris, menos elegante que el azul oscuro a los que nos tiene acostumbrados. Ambiente mínimo en Mónaco, como de pretemporada. Michael Jordan, que tiene casa en el Principado, siguió el partido desde uno de los palcos privados del estadio. Este señor ha hecho del mundo un lugar mejor y es por personas como él que merece la pena vivir. Más entre los mortales, Éric García debutaba como central con el entrenador alemán pero sólo durante diez minutos porque un error compartido entre él y Ter Stegem le llevó a hacer una falta siendo ocasión manifiesta de gol. Muy mal Ter Stegen, y de verdad que no lo digo sólo por esto, pero el Barça necesita con urgencia pensar en un nuevo portero. Poco orden de inicio en los dos equipos, sin elaboración, terreno de juego en pobres condiciones, el balón rodaba a botecitos en las asistencias suaves. Flick no protestó la expulsión, se sentó junto a su segundo, Marcus Sorg, y tableta en mano decidieron fijar un 4-4-1 juntando a Pedri y a Casadó en el centro. La poca intensidad en las ayudas defensivas -lentos, flojos, Pedri, Raphinha y Balde- propició el primer gol local. Los jugadores del Barcelona no parecían conscientes de que necesitaban más intensidad y contundencia, menos frivolidades. Se descentró el equipo con diez y ni Lamine Yamal parecía capaz de tomar buenas decisiones. Ni siquiera en inferioridad numérica el Barça tenía que considerar imposible el reto de por lo menos empatar con un rival de tan poca entidad , pero hacían falta mejores versiones individuales, y la mejor versión de Lamine Yamal , desaparecido hasta entonces, equilibró el marcador en el minuto 27. Potente disparo desde el balcón del área. Muy bien el gol, pero mucho mejor -y estamos hablando de un chaval de 17 años- que tuviera el carácter de marcarlo. El partido cambió, los jugadores del Barcelona recordaron por qué son buenos jugando al fútbol, aunque de vez en cuando insistían -Koundé- en hacer regalos al rival muy cerca del área. Suerte que los delanteros obsequiados -Embolo- eran realmente malos . Entre los errores, los remates mediocres y los fuera de juego, jugar sin él aunque fuera con diez le habría salido más a cuenta a su equipo. El Barça resistía, el Mónaco intentaba acorralarlo, pasaban los minutos y pasaban en favor del interés visitante, que pese a la mejoría perdía demasiado rápido el balón y no tenía continuidad en el juego. La única esperanza era que otra genialidad de Lamine Yamal no podía considerarse plenamente descartable. La segunda parte empezó como había terminado la primera: el Mónaco presionaba y Embolo fallaba; el Barcelona tenía en Lamine Yamal a su única estrella y dio una asistencia a Rafinha que el brasileño no pudo aprovechar en parte porque estuvo lento y en parte por el acierto del portero local. Ter Stegen contribuía a la resistencia de su equipo con algunas paradas de mérito, controlando el juego aéreo y tomando decisiones correctas sobre cómo organizar la salida del balón y a la vez cometía errores tan tontos que parecían de gafe, como el del gol del primer tiempo, o una ridícula salida con el puño en el 57 que casi propicia el 2 a 1. El Barça sufría pero competía, el Mónaco insistía pero fracasaba. Pero a pesar de los desvelos azulgranas, en una jugada mal defendida por Cubarsí, que no calculó bien el pase largo, Ilenikhena marcó el segundo . Mal Ter Stegen en la salida. Otra vez la Champions volvía a poner al Barça en su lugar y a rebajar euforias dimensionados en la competición local. Los cambios de Flick en los últimos diez minutos -salieron Cubarsí, Balde, Lamine Yamal, Pedri y Lewandowski; y entraron Ansu, Gerard Martín, Pablo Torre y Sergi Domínguez- no sirvieron para nada. El entrenador alemán se topó en Mónaco con el principio de realidad de lo que es el Barça y sus circunstancias.
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