Jannik Sinner se exhibe ante Alcaraz para coronarse como rey en Arabia
Se despidieron los reyes del ayer y un poco del hoy, ese Nadal-Djokovic que sirvió de epílogo para una rivalidad irrepetible. Venció el serbio, pero también ganó el español, el homenaje de sus compañeros, de la afición y del tenis, porque aunque a medio gas al principio, regalaron un último esfuerzo para sellar una magnífica era. Pero dieron paso a los reyes del hoy y, sobre todo, del mañana, un Alcaraz-Sinner que empieza a tener ese aroma a rivalidad histórica como los que los precedieron en la pista. Entre estos dos contendientes, uno ya cuatro Grand Slams, el otro dos, se encumbró Sinner, que no atiende a exhibiciones porque no quiere bajar las revoluciones con vistas a la Copa de Maestros. Empujó con todo al inicio, arrollador con esa derecha letal que impacta desde cualquier punto del fondo y desfonda a los rivales, un 4-1 vertiginoso que, no obstante, espoleó al español, herido también en su orgullo y con ganas de llevarse el botín de los botines al final del encuentro. Entendió Alcaraz que Sinner no iba a bajar el nivel y apretó él también desde el fondo y con esas dejadas con las que engatusó al italiano. Con cordura y vértigo en la mano, deshizo la desventaja y se impulsó hasta el empate. Un nuevo empezar del gran encuentro del presente continuo, esta final que todo el mundo espera sea longeva por la carga de adrenalina y electricidad que llevan siempre los protagonistas. Apagado el arreón del italiano, Alcaraz lo atrapó en miles de dudas, obligados los dos a deshacer el empate en el tie break, donde también los dos están aprendiendo a convertirse en herederos de Nadal y Djokovic. Alcaraz ha tenido, no obstante, al mejor maestro en casa, también a la hora de levantarse de las malas y continuar aunque el marcador parece demasiado en contra. Del 1-4 al 7-5 con un puntito más de movilidad porque a pegar van los dos parejos, pero encuentra más ángulos el español. Y Sinner se atrapa, más nervioso que nunca porque incluso lanza un bolazo de rabia al aire cuando pierde el primer capítulo. Si se había visto un revival entre el balear y el serbio a medio gas, dadas las circunstancias de uno y otro, el Alcaraz-Sinner reflejó la velocidad de pelota en la que se mueve el tenis del hoy, del que son dueños absolutos. Y ahí, un tira y afloja entre los dos. Es el italiano quien vuelve a imponer su ritmo al inicio del segundo set (3-1), pero vuelve a enredar el español cuando acelera y despliega su tenis alegre. Ha aprendido mucho en este 2024 el de San Cándido. Lo ha pasado bien en la pista, campeón en Australia y US Open, por ejemplo, pero lo ha pasado mal fuera de ella. Todavía está sobre su cabeza una reclamación a su absolución por un doble positivo por dopaje en marzo, señalado por algunos compañeros porque la investigación se puso en marcha sin que a él lo apartaran del circuito. Quizá eso ha hecho que su cabeza, ya madurada desde hace un par de temporadas, se haya vuelto todavía más férrea. Lo atosigó Alcaraz con diabluras propias de su cosecha, pero cuando llegó el empate a tres, Sinner se convirtió en un tenista granítico. Por cómo se blindó en el fondo, por cómo lanzó latigazos con cambios de dirección por fin, por cómo cerró su mente ante los errores y altibajos y ante la velocidad del español. Bloqueó la mano y completó el set sin tacha. Y todavía se puso más firme en el tercer parcial. Es una exhibición, de lujo, de cinco estrellas, de cartón-piedra, un escenario en el que el italiano ha hecho precisamente eso, exhibirse. Sin miramientos contra Medvedev el primer día; sin concesiones ante un Djokovic revoltoso el segundo día; sin bajar ni un ápice la mirada ante Alcaraz en la final. Es el mejor del 2024, el número 1, y como tal se ha portado en este Six Kings Slam. Nuevo rey de Arabia y un botín de más de siete millones y medio de euros.
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