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    El fútbol de siempre contra el nuevo fútbol rico


    «¡Odio eterno al fútbol moderno!». Seguramente han escuchado decenas de veces en los últimos años esta reflexión que tanto debate provoca, sobre todo si se produce entre aficionados de generaciones antagónicas. El dinero, el poder del dinero, se ha adueñado del fútbol de hoy, en todos los ámbitos, hasta el punto de haber convertido clubes sin historia ni pedigrí en entidades con algunos de los mejores jugadores del mundo. Es el caso del Manchester City y, sobre todo, del PSG, que esta noche, en el cincuenta aniversario de su creación, aspira a ganar la primera Champions de su historia. Para ello tendrá que tumbar en la lona al viejo fútbol, ese que lleva guiando el camino del Bayern durante sus 120 años de vida. En un 2020 que jamás se podrá olvidar, Lisboa acoge la final de la edición más extraña de la Champions y enfrenta a dos formas de entender el fútbol totalmente opuestas. El poder del dinero del PSG contra el poder de la historia. El club francés fue comprado en 2011 por los petrodólares de Qatar y un extenista sin demasiado éxito en su carrera, Nasser Al-Khelaifi, se convirtió en el nuevo propietario del PSG. Capricho de niño rico que le podía haber dado por comprarse una isla paradisíaca, pero prefirió hacerse con el club de fútbol de la capital gala. Un país como Francia debía tener en París al equipo de fútbol más importante en el panorama nacional y uno de los referentes a nivel internacional. Eso pensó Al-Khelaifi y en eso ha invertido sus fuerzas desde 2011. Una millonada Para alcanzar su objetivo, no se ha cortado en sacar la chequera. 1.300 millones de euros en fichajes durante sus nueve años de jefe, que son 100 millones más que todo el dinero que ha invertido en contrataciones el Bayern en su más de un siglo de existencia, pero el dinero no da siempre la felicidad. Hasta esta temporada tan atípica, el PSG era una colección de cromos, a cada cual más caro. Un grupo de nota deficiente en el concepto colectivo del fútbol, más preocupado de su ombligo que de crear un equipo, en mayúsculas. Era más importante ser el lanzador de penaltis que tomarse en serio una eliminatoria de Champions, en un segundo plano si de por medio había un cumpleaños o un carnaval. Ni Carlo Ancelotti ni Laurent Blanc ni Unai Emery fueron capaces de unir un vestuario que se hizo diminuto de tanto ego concentrado en tan pocos metros cuadrados. Arrasaban en la Liga y la Copa francesa, pero la ambición de Al-Khelaifi era llevar la orejona a París, y año tras año el petardazo en Europa era más estruendoso. Hasta esta temporada, donde por fin se ha tocado la tecla adecuada. Neymar ha asentado la cabeza, se ha fichado por fin a un portero de primer nivel como Keylor, se ha aumentado considerablemente la calidad de la clase media obteniendo un mejor fondo de armario y, aunque le ha costado año y medio, Thomas Tuchel ha logrado hacer del PSG una familia que vaya de la mano. El resultado es triplete en Francia y primera final de Champions de la historia del club: «Este partido es el mayor desafío de mi carrera. Y estamos aquí para ganarlo», asegura Tuchel. El rodillo alemán de siempre Enfrente, un Bayern que nada tiene que ver con el PSG. Cimentado en una identidad y unos valores innegociables, el club alemán tiene una de las mejores estructuras del fútbol de élite en lo deportivo y en lo económico. Los despachos, a rebosar de exjugadores e iconos, de épocas recientes y no tan recientes. En el verde, los mejores jugadores de Alemania y de la Bundesliga, junto a una mezcla de jóvenes talentos, con el ADN del clásico rodillo germano metido en vena desde el primer entrenamiento. Una idiosincrasia claramente definida y sin grieta alguna. Todos reman en la misma dirección y nada ni nadie es más importante que el escudo. De esta manera tan pura de entender el fútbol se ha beneficiado y lo sigue haciendo la selección alemana, y el propio Bayern, claro, dominador absoluto del fútbol de clubes en su país y coco, año tras año, en la Champions como lo fue en la vetusta Copa de Europa. De las 65 ediciones, el club alemán ha jugado 32 semifinales, casi el cincuenta por ciento, y esta será su undécima final, igualando al Milán como segundo equipo con más finales solo por detrás del Real Madrid (16). Si la gana, será su sexta Champions, situándose como el tercer club con más trofeos, solo por detrás de los italianos (7) y de los blancos (13). Es el fútbol de siempre contra el nuevo fútbol rico. Batalla apasionante en Da Luz.
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