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    El éxito de los entrenadores españoles en el tenis mundial


    «Tengo que agradecer a mi entrenadora porque hemos trabajado mucho en aprender a mantener la calma en los momentos difíciles y he mejorado mucho. Estoy feliz de tenerla a mi lado, es muy bueno para mí», admitía Mirra Andreeva sobre su entrenadora, Conchita Martínez . Esa mano firme, comprensiva y experta que la ha guiado hasta las semifinales de Roland Garros, con solo 17 años. Es solo un ejemplo del éxito que los entrenadores españoles están teniendo en banquillos de tenistas extranjeros, que siguen confiando en el saber hacer nacional, pues hay un buen puñado de ejemplos, tanto en ATP como en WTA. Hay ejemplos con tenistas de todas las nacionalidades: Fernando Vicente guía a Andrey Rublev, campeón del Mutua Madrid Open hace unas semanas; Fernando Verdasco se divide entre asesorar a Alejandro Davidovich y a Ons Jabeur, también cuartofinalista en esta edición de Roland Garros; Justo González dirige la carrera de la egipcia Mayar Sherif desde Alicante; Pepo Clavet acompaña a Karen Khachanov; Carlos Martínez se ha impuesto revolver a Simona Halep a los puestos de arriba; César Fábregas dirige la carrera de Nico Jarry; José Perlas prepara a Dusan Lajovic; Adolfo Gutiérrez empuja a Alex de Miñaur; María José Llorca Pons ha llevado a Elina Avanesyan hasta cuartos de París; Pedro Clar quiere que su pupilo, Casper Ruud, consiga por fin un título de los grandes. Mientras España pierde fuerza en los Grand Slams, con registros que no se sucedían desde hacía cuarenta años, muchos tenistas de todo el mundo apuestan por los entrenadores nacionales, por su sabiduría, su conocimiento del tenis, su forma de entrenar y entender el tenis y por mil causas más. «La mentalidad española es ser muy disciplinado y ordenado, entender muy bien la táctica de los rivales. Por eso recurren al entrenador español, el trabajo, la mentalización y la metodología es muy buena», explicaba a este periódico Álex Corretja sobre este asunto. También se apunta a que han sido muy buenos jugadores y muy estudiosos del tenis, sobre todo por esa experiencia sobre la tierra batida que es, con diferencia, la superficie en la que más tienes que pensar y analizar tanto al oponente como el ritmo del juego. También las instituciones lo tienen claro: el tenis español triunfa tanto en la pista como en el banquillo: la Federación Francesa de Tenis tuvo entre sus ideólogos al español Gonzalo López. Noticias Relacionadas estandar No Tenis Ellas no aparecen, ellos sufren: la controvertida sesión de noche en Roland Garros Laura Marta estandar No Tenis Alcaraz y dosis de vitamina N antes de Sinner: «No me siento favorito ante él» Laura Marta Pere Riba atiende a ABC para explicar este fenómeno desde su propia experiencia, guía de Coco Gauff hasta su primer Grand Slam, y ahora siguiendo el mismo camino con Qinwen Zheng. - ¿Cómo se encontró con Qinwen Zheng, su actual pupila? - Yo empecé con Qinwen cuando ella tenía 17 años, a dos semanas de que cumpliera los 18. Estuve dos temporadas con ella y terminamos una buena relación profesional. Ahí empecé a entrenar a Coco Gauff durante medio año. Y al final de esa misma temporada, volvimos a cruzarnos en el camino. - ¿Qué es más fácil: llevar a los tenistas desde pequeños o dirigirlos cuando están consolidados? - Hay diferencias. Las emociones que tienen los jugadores jóvenes son muy diferentes a las que tienen los mayores. Dependiendo la etapa en la que se encuentre el jugador, te adaptas a lo que necesita y flexibilizas un poco cada momento. - ¿Y cuál prefiere? - A una jugadora joven le puedes implementar más un esquema de juego; es una etapa más formativa, tiene muchas cosas que aprender, y también están más abiertos a cambiar cosas. Es una etapa muy bonita. Cuando se trata de un jugador más hecho, tienes que dedicarle más tiempo a que entienda esos cambios que le propones, a que acabe por creer en ellos y den ese paso. Si has ganado mucho de una manera, tienen que ver claro que te puede ayudar cambiar algo. Porque dudan mucho. '¿Y si cambio y me va peor?'. En estos casos, es más fácil que se entienda tu mensaje, que el jugador se queda con tu idea, que en el caso de jugadores más jóvenes. - ¿Cómo se llega a un jugador? Supongo que también hay que adaptarse a la cultura y la forma de ser de cada uno. - Sí, en el caso de Qinwen se notó mucho, pero ella también se ha adaptado mucho. Vino a Europa con 16 años, y ya había estado un tiempo en América. Pero su cultura es china. Lo bueno es que como ha viajado tanto, tiene muchas experiencias. Tienes que ser flexible y tratar de ponerte siempre en su punto de vista. Y de la familia también. Tienes que empatizar con la manera en la que piensan ellos y no solo ver o imponer tu visión. Hay decisiones que las puedes ver muy claras, pero ellos también las tienen que ver así. Es llegar a esos puntos medios. No todo es blanco o negro. Por eso lo más importante es la comunicación. - ¿Cómo es que tu trabajo dependa tanto de otra persona, en este caso el jugador? - El entrenador tiene que analizar primero los puntos débiles y los más fuertes de cada tenista con el que esté. Y saber dónde quiere llegar. Que ambos tengan los mismos objetivos. Si uno tiene unos y el entrenador no los ve, no va a funcionar. Si el entrenador tiene unos, pero el jugador no los quiere, tampoco. Así que todo el equipo, el jugador, el entrenador, y todo tiene que ir a una, y tener claro dónde se quiere llegar. A partir de ahí, desarrollar el plan y ir trabajando día a día. - ¿Qué es lo que ha cambiado más de unos años a esta parte en el circuito? - Lo que ha cambiado es que los jugadores jóvenes quieren las cosas muy rápido. Lo quieren ya. La paciencia, si antes era poca, ahora cada vez menos. Ese proceso es el que tiene que enseñar el entrenador. Ahí está la faena. Que entiendan que hay un camino, que tiene que ser día a día para mejorar poco a poco, ir sumando poco a poco para ir subiendo en el ranking o mejorando en las rondas de los torneos. A veces es difícil porque el jugador está como en una burbuja. - ¿También tiene que educar un poco, además de enseñar tenis? - Sí, depende de cada jugador. Son tenistas, pero lo primero son personas. Intentas que les vaya bien en la pista, pero también fuera de ellas. Por eso, sí, muchas veces haces más faena fuera de la pista. Porque además gestionas a todo un equipo. Y hay muchas emociones. Tienes que intentar que todo esté ordenado, fácil para el jugador, porque eso se refleja luego en la pista. Si arrastras cosas de fuera, muchas veces entran a jugar contigo. Hay que mantener un orden, con sentido común. No hay muchos secretos: trabajo, trabajo, trabajo, tener las cosas claras y ir a por ellas. - Ese cambio que dice es un reflejo de la sociedad, ¿no? - Sí, todo ha evolucionado de cierta manera y está yendo todo muy rápido. Y eso hace que la paciencia a veces no se cultive. En una semana ya quieren ganar. Y tienes que enseñar a frenar, a parar, a que piensen. Que esto es un proceso, así que, tranquilidad. Estás trabajando, pero a lo mejor el resultado no llega la próxima semana ni la siguiente, pero te puede llegar en un mes. Y hay que estar preparado. Creo que han cambiado también los valores. En otras generaciones teníamos esa forma de pensar en la que el trabajo era lo más importante, se era más paciente. Ahora se tiene prisa por todo y hay multitud de alternativas para los jóvenes. - ¿Cómo se gestiona un deporte en el que cada semana se pierde? - Si tú al final del año no has perdido en cinco semanas, significa que has ganado cinco torneos, o sea, es un gran éxito. Es un trabajo de gestión emocional, de trabajar esos momentos de encajar la derrota. Que te tiene que afectar, claro, pero que no te arrastre una gran cantidad de días. Por eso decía lo del orden, que es importante seguirlo, y una disciplina y una constancia. Eso hace que sea tan bonito el tenis. - ¿Todos los jugadores pueden ganar un Grand Slam? - Hay gente que no llegará nunca. Pero tampoco a ganar ni un 1.000 o un 500 o un 250. Pero yo creo que el objetivo y lo bonito es soñar en que lo puedes conseguir porque ya hay alguien que lo ha conseguido, y trabajar para ello. Si trabajas al cien por cien, lo das todo y aun así no lo consigues, te puedes ir a dormir tranquilo. No todo el mundo ha nacido para ganar un Grand Slam, mira cuántos los han ganado. Pero todos los jugadores tienen que crecer con la ida de que pueden hacerlo. Al menos, haberlo dejado todo en el intento. - ¿Qué es lo que busca para comprometerse y qué líneas no pasaría? O no dejaría pasar. - Siendo sincero, lo hago mucho por el feeling que tengo. Y al final, cuando empecé con Qinwen estuvimos probando dos semanas. Y me surgió esa fe ciega de que era la jugadora adecuada y de que iba a salir bien. La vi muy trabajadora, que escuchaba. Lo sentí muy claro. Y a partir de ahí, a trabajar. Cuando me involucro en algo lo veo siempre a largo plazo. Es un mundo de élite, de presión. También para nosotros, claro. No todo el mundo puede estar en la misma línea, pero intento hacer las cosas que me gustan y como considero que se tienen que hacer. Pero siempre siendo flexible. - ¿Cómo le llegó la llamada de Coco Gauff? - Me senté con la familia de Zheng y les dije que dejaría el proyecto después de Roland Garros y ahí, tenía la idea de no seguir entrenando. Había tenido algunas llamadas de jugadores, pero quería darme un tiempo. Tenía las vacaciones organizadas. Pero justo cuando me iba a ir a Ibiza, llamó Coco. Y sentí algo por dentro que me hizo volver a las pistas. Probamos dos semanas y hubo una muy buena conexión. Sentí que podía ayudarla a mejorar, con ese par de cosas que creo que necesitaba para dar los resultados que quería, y funcionó. No fue buscado. Pero surgió y salió muy bien. - ¿Qué es el éxito para un entrenador? - A mí la gente siempre me dice '¡Lo de Coco fue increíble!'. Y lo dicen por el resultado. Sí, porque ganó su primer WTA 500, su primer WTA 1.000, su primer Grand Slam... Pero yo me quedo más con el cambio que hizo en su juego, en la manera de jugar. Más en cómo evolucionó que en lo que hizo. Porque si mejoras y juegas bien, los resultados van a llegar. En este caso llegaron de forma vertiginosa. Pero la mayoría de las veces no ocurre así. Por eso me quedo con la manera en que ella entendió el mensaje, lo asumió y lo ejecutó. Eso, como entrenador, te llena. Porque llegas con tu idea, al principio siempre puede haber dudas, pero tienes que trabajar en que el jugador confíe en ti. Y, claro, no nos vamos a engañar, Coco es una fuera de serie. Pero lo importante es que veas el cambio, con cualquier jugador. - Es un deporte en el que el jugador paga al entrenador, ¿hasta qué punto está al servicio del jugador? - Sí, eso es muy distinto a otros deportes. En fútbol, es el club el que paga al entrenador y al jugador, por lo que otorga al entrenador ese poder de decisión y de autoridad porque el club es el jefe de los dos. Y es como cuando vas a un restaurante, como pagas, exiges cómo quieres que llegue la comida. Con el tenis, es al contrario: tú pagas a alguien para que te exija y te mande hacer cosas. Y llega un punto en el que todo lo deciden los resultados. Pero sí que tiene que haber unas líneas. Entiendes que hay tensión y mucha presión, y aceptas algunos comportamientos, sobre todo si has sido jugador, como es mi caso y conoces cómo es estar ahí. Hay que marcar la línea del respeto. Y sí, es un tema interesante de cómo ajustar estas cosas. - Casi siempre ha estado en el circuito WTA, ¿qué ha tenido que aprender que tengan de diferente con el circuito ATP? - Yo me dediqué 15 años a jugar a nivel ATP (sufrió un accidente y se lesionó la rodilla). Después empecé a entrenar a jugadores. Empecé con chicos y fueron buenas experiencias: Roberto Carballés, Pedro Martínez... Mejoraron mucho y nos fue muy bien. Me llegó después una oferta de Bárbara Levchenko y reconozco que empecé a entrenar a las chicas de la misma manera que lo hacía con los chicos, aunque, obviamente, ajustando las cargas de volumen en los entrenamientos. Pero me di cuenta de que era un error. Que tienen unas características distintas y tienes que entender esas pequeñas diferencias. Además de las lógicas por los ciclos hormonales, las tenistas trabajan de una forma digamos más profesional, sí, más que los chicos. - ¿En qué se nota eso? - En las rutinas, por ejemplo. Antes del partido, una tenista no se saltará nunca los estiramientos, la fisioterapia, todo. El chico es más eficiente a la hora de trabajar. La capacidad de concentración y de trabajo en el momento preciso de la pista es más eficiente. Y otra diferencia importante es que los chicos tienen más focos puestos en ellos. No podemos engañarnos. Ellos generan más dinero, tienen más visibilidad. Y se han aprovechado de que hemos tenido a los tres mejores de la historia durante muchos años y eso vende muchísimo. Las chicas tienen el nivel para volver a ser iconos y suele ser más interesante cada torneo. - Hablando de visibilidad... ¿están un poco desatendidas por parte de la WTA? - Hay muchísimas cosas que se pueden mejorar, es cierto. Y creo que están en ello. Pero sí que podría haber algunos cambios ya. Por ejemplo, que las lleven a Arabia me parece muy loco. Pero es lo que hablábamos de la sociedad: ha cambiado todo y esto no deja de ser un negocio. Se tiene que encontrar la balanza entre lo que es económico y lo que es moral. Encontrar un término medio que no sea extremista ni por un lado ni por el otro. Pero las decisiones no son fáciles. Y contentar a todo el mundo es difícil.
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